miércoles, 8 de febrero de 2012

CAPERUCITA NEGRA

-Caperucita, ve a llevarle esta cesta con comida a tu abuela que está muy resfriada. Y no te comas la comida por el camino que te conozco.
-Es que ahora echan Sailor moon, omá.
-Me da igual lo que echen en la tele. ¡Ya te estás poniendo la caperuza y echando a correr!
-¡Coño, omá!
-¡Esa boca, Caperucita! Y ten cuidado con el lobo, hija, que parece que últimamente anda rondando por ahí.
Caperucita se puso su caperuza negra y, con el cestito para su abuela en el brazo, salió de la casa.
El bosque estaba sombrío. Solo se oían el ulular del viento entre los árboles y algunos graznidos de los cuervos.
Caperucita iba con paso rápido porque pensaba que al llegar a casa de la abuela, pondría la tele y así pillaría algo de su serie favorita. Además, la abuela seguro que le ofrecía algo de la tarta que su madre le mandaba. La abuela no le daba el coñazo con la tontería del sobrepeso y la dieta, como hacía su madre. Se iba a poner morá de tarta.
Cuando le faltaban pocos metros para llegar a casa de la abuela, de un recodo del camino salió el lobo.
-¡Hola, caperucita! Le dijo el lobo-. ¿Por qué vas de negro hoy, guapita?
-Ay, pero que desfasado estás hijo- le dijo caperucita.- Voy de gótica, que es lo que se lleva ahora.
-Ah, vaya, vaya, y, ¿llevas algo de comer en la cestita, hija? Es que tengo un hambre...
-¿Tú también estás a dieta, lobo?
-Yo no como desde hace tres días, hija, y estoy muerto de hambre. Si me dieras solo un poquito, te lo agradecería mucho, caperucita.
Caperucita lo miró rebasiada y pensó que, como el lobo supiera que llevaba comida, querría quitársela, y ella se quería comerse la tarta de su abuela.
-No- le dijo al lobo-. Lo que llevo aquí son botes con orina de mi madre para el médico, y hay que tener cuidado porque según ella tiene algo infeccioso, así que aparta de mi camino.
El lobo, que se olió el engaño, cogió la cesta y tiró de ella para quitársela, pero Caperucita que era más bien grandota, le dio una patada al lobo, que como estaba debilitado por el hambre, apenas tenía fuerza y el pobre cayó por un barranco.
Caperucita se asomó al barranco, y al ver al lobo allí abajo tendido le gritó: ¡A ver si ahora aprendes a no robar a una pobre niñita indefensa, maricón!
-¡Gorda, de mierda! se oyó gritar débilmente desde el fondo del barranco.
La abuela, que había salido de su casa al escuchar tato ruido dijo: -¿Has dijo maricón, caperucita? Esa lengua, esa lengua, hijita.
Y sin más, las dos se metieron en su cabaña a dar buena cuenta de la tarta. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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